Como ella misma lo dice, Morella Petrozzi tiene una sólida carrera de 30 años en la danza contemporánea, pero ha alcanzado 'fama’ desde que es jurado de El Gran Show, el programa que conduce Gisela Valcárcel. Todo sea por el arte.
Nací en Lima, tengo pasaporte europeo, pero soy totalmente peruana”, nos dice Morella Petrozzi, la danza peruana hecha mujer.
Vivimos una ola de 'peruanidad’. ¿Es parte de ella?
Siempre me he sentido contenta de ser peruana. Cuando me fui del país, en el 84, no lo hice con ganas de huir sino con la meta de estudiar danza contemporánea –pues aquí no la enseñaban y yo estaba encantaba con pioneras como Martha Graham, Doris Humphrey, Isadora Duncan, Mary Wigman, y con rebeldes como Merce Cunningham– y volver. Por eso, no es que ahora me sienta más contenta por ser peruana, siempre lo estuve.
Entonces, aquí se queda...
Como siempre he sido contreras, hoy tengo ganas de irme un par de años y encontrar mis raíces italianas, europeas, y absorber la cultura que Europa le ofrece a sus ciudadanos: festivales de arte, de danza, de jazz, de cine, cosas que aún no pasan aquí. Cuando dicen que el Perú está mejorando, quizá lo dicen por Gastón Acurio y la comida, por eventos donde todos van corriendo al Parque de la Exposición a tragar. ¿Qué de arte tiene la comida si eso se engulle y luego se caga? Yo no creo que en el arte –y su acceso al público común y corriente, ese que va a los parques, que camina por las calles– estemos mejorando. Por eso, hoy quiero hacer una vida más intimista, empezar a pensar en mí y no en el país.
¿No están llenos los teatros?
Pero no la calle. En los teatros hay que pagar una entrada de 50 o 60 soles, cantidad que la mayoría de peruanos no tiene.
¿Y los premios a películas como la Teta Asustada, Octubre?
Pero no hay chorreo hacia la danza. Además, esos premios han sido logrados por méritos individuales. Estoy segura de que han tenido que meter su plata. Lo mismo pasó con Kina Malpartida, con Sofía Mulanovich. Lo curioso es que Alan García toma todos estos premios como propios.
¿A la danza le falta su Sofi, su Claudia Llosa, su Kina?
La danza peruana ya tiene a Morella Petrozzi. Nadie es profeta en su tierra. Yo tengo una maestría con honores del Sarah Lawrence College, que es el Harvard de la danza en el mundo... y en el Perú no lo saben. De las danzas, la danza contemporánea es la hermanita incomprendida, quizá por eso yo también lo soy. Sin embargo, estoy recogiendo logros personales: tengo una escuela hace 30 años, un semillero de bailarinas que hoy están en París, en España, etc. Pero al público no le interesa qué hace una bailarina solitaria por la danza nacional.
¿La danza contemporánea puede ser masiva, estar en las calles?
En Nueva York, Merce Cunningham lo hizo en los 60. Acá lo hice, desde los 80, en el Parque Kennedy, en la Plaza San Martín, en el Puente de los Suspiros, etc. Ya no reclamo ni me quejo, lo hacía a los 18 cuando quería cambiar el mundo; hoy hago.
¿Por qué su vocación por ser incomprendida?
Estoy leyendo –otro de mis amores es la literatura– la autobiografía de Patti Smith. Allí uno nota que no se escoge ser artista, es algo que te sucede. A los 13 años yo ya sabía que no me iba a casar, que quería ser una artista. Me encantaba estar en la biblioteca de mi padre leyendo libros de Henry Miller, que “no eran para mí”, para una niña.
También escribe: tiene un libro de relatos (56 días en la vida de un frik, publicado en 1996, y reeditado con 'yapa’, en 2002, como tres historias) y un poemario (militia amoris) publicados...
Me siento una alquimista, una renacentista. El artista es aquella persona que ve una nube verde o un perro rosado... algo distinto de lo que ve la gente común. Mi vehículo de expresión es la danza, pero dentro de todas las posibilidades artísticas me salió como una catarata la escritura; como un riachuelo, la música, y como un goteo, la pintura. Cuando escribo todo me sale como un vómito: no pienso, no corrijo, no cambio nada. 56 días... tuvo mucho éxito, hasta se la quiso llevar al cine. En Somos fui presentada como la versión femenina de Jaime Bayly (risas). El poemario lo presenté el año pasado en la Feria del Libro, fue muy lindo, pues una quiere alejarse del personaje de El Gran Show, seguir siendo una underground, mantener mi mundo vanguardista. Escribir me ayudó a sanar mis emociones, es una catarsis y una chamba –llena de noches de angustia–, pues contactarte con tus dolores y con tus fantasmas es como abrazarlos y dormir con ellos; es echarle ají o limón a heridas abiertas y, luego, calmarse.
Desde el prejuicio, ¿qué hace Morella Petrozzi en el Gran Show?
Cuando acepté el experimento –ojo, no experiencia– de ser jurado, lo único que tuve en la cabeza fue difundir la danza. Ha sido mi manera de meterme en los hogares peruanos y hablarles, aunque sea un poquito, de la danza. Así, he conocido un poquito de la televisión –es una coreografía, es increíble cómo se trabaja–, pero no es mi mundo: yo sigo siendo del misterio y del silencio del teatro.
¿La reconocen en la calle?
Sí, me dicen: “Eres Morella, la de El Gran Show”. Llevo 30 años en la danza y recién se me conoce –masivamente– por El Gran Show. Todo sea por la diosa Terpsícore y el mundo de la danza. Por ella me metí a la tele.
Fuente: Perú21
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